Por: Rosa Wendoline Carrillo Perales
El término es muy amplio y se refiere a lo que la Palabra de Dios revela sobre el cuerpo humano (el sufrimiento, la muerte, la sexualidad, etc.) y sobre este fundamento San Juan Pablo II elabora una serie de 129 catequesis que abordan el amor humano en el plan de Dios, la redención del cuerpo y el sacramento del matrimonio. Las puedes ver en: http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/audiences/1979.index.html
El autor analiza pasajes de la Sagrada Escritura y parte de su metodología es confirmar la revelación a través de la experiencia humana y del propio cuerpo como principal testigo. En primer lugar, observa que Cristo al estar hablando con los fariseos del divorcio dice: “en el principio no fue así” (Mt 19, 3-12). Nos remite a los primeros capítulos del Génesis para confirmarnos que el matrimonio fue diseñado indisoluble desde el principio.
“Al principio”, antes del pecado original, ¿cuál era la experiencia del hombre “prehistórico”? El hombre poseía la inocencia originaria, tenía el don de la gracia y así participaba de la vida interior de Dios. Gracias a su naturaleza integra vivía tres experiencias originarias: la soledad, la unidad y la desnudez.
Por medio del cuerpo el hombre se dio cuenta de que era diferente a los otros seres, experimentó soledad y también su privilegio de una relación exclusiva con Dios. También, la unión se da a través del cuerpo, hombre y mujer son física y espiritualmente distintos, se complementan. La humanidad está completa en estas dos encarnaciones. Y la desnudez en libertad les permite ser vulnerables, ser acogidos por el otro. Esta libertad hace posible que el cuerpo cumpla su significado esponsal, ser un don. El hombre creado por amor, está llamado a una comunión de amor.
Tras el pecado la humanidad pasa al tiempo histórico, a esta existencia terrena, y a la espera de la redención del corazón y del cuerpo. El hombre concupiscente vive la tensión de sus deseos desordenados y un anhelo por el amor real. Es rescatado por el sacrificio de Cristo en la cruz, que por su gracia y redención ordena y guía también la unión conyugal.
Estas catequesis también nos hablan de la “resurrección de la carne”, en el tiempo escatológico la persona pasará a una espiritualización (equilibrio entre cuerpo y espíritu) y divinización (experiencia de la verdad y el amor, la visión de Dios cara a cara). Mantendrá su diferencia sexual, mas “no tomarán mujer ni marido”. La persona estará en una comunión perfecta con Dios cumpliendo con el significado esponsal de su cuerpo en un estado virginal.
San Juan Pablo II dedica la última parte al sacramento del matrimonio y la fecundidad. Explica la conexión inseparable entre la trasmisión de la vida y el auténtico amor expresado en el “lenguaje del cuerpo”. Las forma en que los esposos pueden ejercer una paternidad responsable es la continencia periódica. La castidad es parte de la espiritualidad cristiana conyugal, con la cual los esposos se enriquecen de valores espirituales como crecer en el dominio de sí mismos y ser don recíproco. En lugar de que esto aleje a los esposos, les permitirá reconocer todas las demás “manifestaciones de afecto” con las que pueden expresarse.
La teología del cuerpo da una visión integral del hombre y de su vocación para que podamos ordenar nuestro camino hacia el plan originario con la ayuda de la gracia de los sacramentos y la fuerza esencial del amor “Derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rm. 5,5).